La Huida

En menos de un segundo volvió a escuchar los pasos, el bar había quedado atrás y el seguía huyendo, intento descansar pero los gritos, las amenazas y los ruidos de los zapatos sobre las calles no le permitían darse ese lujo. Debía continuar.
Mientras lo hacia recordaba lo ingenuo que había sido al aceptar esa invitación. –Si, ven la vamos a pasar muy bien- le dijeron- En el bar te dan tragos, hay mujeres y mucha música.
Pero no lo conocían, él no los conocía, ni se acordaba de cómo era él.
Durante quince años había logrado abstenerse a sus debilidades, hasta que un día no pudo más. Fue solamente pasar por la puerta de ese bar, cualquier bar, escuchar una canción, esa canción, y entrar. Al principio se sentía un poco incomodo, falta de costumbre quizás, tanto humo, la música bastante fuerte y tantas bellas mujeres diciendo aquí estoy, mírame.
Lenta pero instintivamente, luego de atravesar la puerta se fue acercando a la barra y dijo: - un Whisky con hielo por favor, pagó y fue a sentarse a una mesa en el rincón derecho del local, al otro extremo de la puerta. Sí, desde ahí podría observarlo todo. – ¿Que hago aquí? - Pensó por un momento. Se miro la mano con el vaso de whisky, esa mano con ese vaso de whisky. -Vamos! – se convenció – ya no eres ese muchacho joven que fuiste antes, esto es como un pequeño recreo. Pero las horas pasaron y el vaso, fue uno, dos, tres, cuatro…y se levanto y se puso a bailar y se puso a hablar con el cantinero, con los mozos, con la cajera, con algunos personajes que estaban en la barra, se amigó con ellos a tal punto que confeso su abstinencia a sus nuevos compañeros que compadeciéndose lo invitaron un par de tragos mas y a otro lugar mas divertido que este. - Pero no, que aquí esta muy bien, que la música, las luces las chicas. -Si pero allá todo es mas seguro ha-ces-lo-que-quieras y nadie te jode, solo necesitas pasta.
Pasta, lana, guita, cash, moneda, plata dinero…Ah eso si, claro yo tengo.
Así llegó al lugar, luego de pagar el derecho de admisión entró, atravesó puertas. Lento pero instintivamente se acerco a la barra y dijo - Un whisky con hielo. - No necesitó pagar, fue a sentarse al lado de una columna en la parte derecha a un extremo del lugar, si, desde ahí podía observarlo todo.- Como se estira mi largo recreo- pensó. Se levanto, se puso a bailar y charlar con todos los que se le cruzaron.
Así los conoció, eran una pareja que comprendían su abstinencia pero que si le agradaba podrían presentarle un show frente a él a ver que sentía. Si deseaba podría sumarse a ellos o desplazar a alguno de los dos. La idea sonó tentadora además ya no estaba seguro de lo que sentiría al verlos, ya no estaba seguro.
El correr lo tenia cansado pero no podía parar, ahora parecía escuchar unos perros que ladraban como llamándolo a entregarse, como queriendo provocarle miedo, era así, si lo alcanzaban los hombres lo apalearían un poco y luego lo dejarían, es mas lo alzarían y lo llevarían a descansar. Pero si lo alcanzaban primero los perros, entonces ahí sí se acordaría lo que es el sufrimiento. Las mandíbulas de esos animales se le cerrarían en alguna parte del cuerpo, sentiría los dientes atravesarle y desgarrarle la piel, la carne, los músculos o quizás en el peor de los casos (o quizás el mejor) sentiría la asfixia producida por la cabeza enfurecida del can atacándole el cuello hasta dejarle inconsciente o quizás matarlo. Ajj! El solo echo de imaginarlo lo hacia correr mas rápido aun.
Le recordaba cuando entrenaba para el maratón, de las horas y el esfuerzo que hacia todas las mañanas al levantarse temprano y correr por la pista, el gimnasio y otra vez la pista, la ducha, el trabajo y el curso de perfeccionamiento que propuso la empresa. Llegar a la casa, llamar por teléfono, encontrarse con ella a la hora de siempre en el sitio acordado en ese instante de comunicación.
Como esa vez que se citaron en la playa y se bañaron desnudos en el agua cálida del mar, agitada y con olas. Se tiraron en la arena entre los médanos a brindarse el uno por completo al otro, para luego volver a meterse al mar, salir y ponerse a jugar carreras en la playa con la brisa en la a cara mientras corría. Correr, como corría en ese entonces no era nada comparado ahora con la idea de esos cuadrúpedos y esa turba inconsciente queriéndolo linchar.
Si supieran, si solo supieran, si lo dejaran que les explicase quizás lo entenderían, si claro lo acusarían y seria culpable igual, pero quizás lo entenderían, entenderían que no debía haber aceptado la propuesta, que no debía subir las escaleras hacia la habitación, que no debía haberse llevado ese decimocuarto vaso de whisky, comprenderían que no debía haber aceptado ese cigarro y que no debería haberlo encendido. Sabrían que las situaciones de a tres son bastante complicadas para alguno de los involucrados y sabrían que ese momento sería él. Pero así y todo no lo justificarían todavía.
A lo lejos parece escucharse una sirena, muy a lo lejos, mientras sigue corriendo entre los árboles, quizás un parque, quizás un bosque, quien sabe, quizás no fue buena idea irse de vacaciones a un lugar tan alejado, tan desconocido, quizás habría sido mejor distraerse mas cerca quizás en el pueblo de la infancia o en la ciudad donde estudió y se graduó o quizás simplemente armar nuevos proyectos en su propio barrio con sus amigos, ellos si lo comprenderían, ellos si lo entenderían. Su hermano, él lo ayudaría, como siempre lo hizo, estaría siempre de su lado a pesar de las circunstancias, aunque ahora es diferente.
Ahora es gente que no conoce, un pueblo que no conoce, un bosque que no conoce y por el cual corre tratando de ver algo con ese sol que amanece. Aunque recuerda que está en una montaña, el miedo que lo alcancen es mayor. ¿Hasta cuando correr? ¿Hasta cuando escapar? ¿Por qué no frenarse en ese instante, darse vuelta cara a cara con lo que venga y aguantársela? ¿Porque ese instinto de supervivencia, esa adrenalina de fuga? ¿Porque esa raíz protuberante? ¿Porque los zapatos tan flojos? ¿Porque esa piedra filosa?
- Es justo - piensa - después de lo que hice es justo... pero no así.- No quería que fuese este hombre que recién conoció en esa fiesta, como tampoco quería que esta mujer se llamase igual que ella, que la situación fuese la misma o al menos como el se imagino que había sucedido. Este hombre acosándola mientras le agarra de los pelos y le grita, el observando impasible hasta que entre frase y frase este muchacho se equivoca y la llama por su nombre, no por cualquier nombre, si no por el nombre de ella, si justo el de ella.
Fue en ese momento al escuchar su nombre que una tormenta se comenzó a desatar por fuera y por dentro, cayeron sillas, cayó la mesa y cayó un trueno. Golpeo la cabeza de este muchacho contra el piso hasta que los gritos de la mujer lo volvieron a la realidad y escuchó sus gritos otra vez, escuchó también los pasos por las escaleras, saltó por la ventana y desde ese momento no paró de escuchar los pasos que lo seguían y que todavía sigue escuchando a lo lejos.
Hace quince años que había muerto ella a manos de un violador, hacía poco mas de quince años que lo habían acusado y culpado a él de tal acto. Pero hacía tan solo un mes que lo habían soltado, hacia tan solo un mes que su hermano había logrado apelar y demostrar que el violador y el asesino había sido otro. Que las marcas en el sofá frente a la cama eran de él, si, que no pudo dejar de llorar al verla a ella asesinada y violada justo antes de encontrarse en el departamento.
Desea que estos recuerdos terminen, como también desea que termine la lluvia que cae sobre su cuerpo tendido en la tierra o ese dolor en la cabeza que no lo deja levantarse o ese frió que le acuchilla el cuerpo, o ese deseo de que lo alcancen las botas y lo azoten antes de que el miedo al dolor de los colmillos de los canes en su cuerpo sea anulado por la asfixia de una fatal mordida en su cuello mientras en el eco del bosque se escuche el silencio de sus gritos.

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