La Prisión

Ese día llegué como de costumbre, tarde, me recibió mi familia y me invitaron la cena, que rechacé del cansancio de comerla. Intercambiamos unas palabras de como estuvo el día y discutimos sobre como íbamos a ir pagando las deudas. Luego, me tire en el sillón a mirar tele, en donde daban un programa de entrevistas atípico. Al terminar y justo antes de que empiecen las noticias, escucho que golpean la puerta.
Me acerco y con mucha cautela la abro. Era una gran amiga que se había acercado a saludarme por mi cumpleaños que recién comenzaba. Nos abrazamos con alegría y la hice pasar de inmediato, la invito a sentarse en el sillón pero antes saluda a mi madre mientras me entrega un regalo, al tacto deduzco que es un libro. Al ver el regalo mi madre se acerca, me abraza y me promete el suyo para cuando despierte.
Miramos un instante la tele, la invito al comedor, me preparo un sándwich y le ofrezco uno a ella. Me dice que no. Al terminarlo preparo un té, que si comparte junto con unas galletas. Nos contamos cuales fueron nuestras actividades semanales y me reprocha no haber abierto el libro, ya que venía con dedicatoria.
Es que al recibirlo sentí algo extraño, ya que ese era un libro que me habían recomendado, pero que me había dispuesto a comprarlo mas adelante. De todas formas terminó en mis manos. ¿Cosas del destino? Me quedé inmovilizado en esa idea y por eso no abrí el libro.
Le explico y luego le pido si me puede hacer unos trámites, aprovechando que trabaja cerca de donde se realizan. Me voy a mi cuarto en donde busco los comprobantes en la pila de papeles que tengo en mi escritorio, como no tenía mucha luz cambio de lugar el velador para que ilumine mas el escritorio, los encuentro, regreso, se los entrego, seguimos charlando hasta que llega mi prima con unos amigos del cine.
Charlamos un poco sobre la película, que tenía una trama dramática y de suspenso. Uno de ellos cita una anécdota en la que cuenta como una noche había visto en el comedor una imagen que lo miraba, nada decía, solo lo miraba hasta que desapareció dejándolo estupefacto; digno de aquellas películas. Se termina el té y ella decide retirarse.
Nos abrigamos y la acompaño hasta la casa, la noche es hermosa, fresca, pero sin viento. Llegando a la esquina de su casa nos despedimos con un fuerte abrazo y la invitación de mi parte a comer unas pizzas al día siguiente. Regreso por las calles que se ven tranquilas. Al llegar cierro con llave, apago la radio y la luz de la cocina, luego la tele que había quedado prendida. Doy un vistazo. Había varios cuartos y varias camas, el baño estaba en la habitación contigua. Todos duermen. Me voy a mi cuarto.
Recién ahora leo la dedicatoria y veo un señalador hecho a mano muy original y bien detallado. Apoyo el libro en el escritorio y corro el cable del velador que había quedado cruzado sobre el escritorio por encima de la silla. Miro el reloj: son las tres de la mañana. Pongo la alarma del despertador a las nueve, mañana va a ser un día largo, apago la luz y me acuesto. Me quedo con ansiedad, acostado, pensando en lo que haré a la mañana, en lo que hice el día de ayer, y me quedo meditando hasta dormirme.
¡Me levanto! Tengo la horrible sensación de que una cucaracha anda cerca, y por miedo a que me camine por la cara busco el interruptor de luz y reviso la cabecera de mi cama. Cierro la ventana, que todavía estaba entre abierta, reviso bajo el colchón, bajo la cama. Solo se ven telarañas, las arañas no me preocupan, ya que muy rara vez salen de su red. Mas calmo, vuelvo a apagar la luz. Me encontraba en un lugar conocido pero extraño a su vez.
¡Me levanto! Esta vez no sé muy bien porque, pero al querer prender la luz no encuentro el interruptor. En la oscuridad camino hacia el baño. Al llegar a la puerta del baño mi desilusión fue grande, la luz no prendía. Algo de luz tenue entraba por la ventana del baño así que no me hice mucho problema, pero la desesperación llegó cuando empecé a sentir el piso todo mojado que me provocaba mucho asco por su consistencia y por no poder evitarlo. Volví a mi cuarto a oscuras, me sequé un poco los pies con la alfombra, estaba muy cansado y me recosté.
¡Me levanto rápidamente! ¡Escuché unos ruidos! Entre la oscuridad me dirijo con velocidad al otro cuarto, donde al querer encender el velador me tropiezo y lo tiro. Lo paro en el piso como puedo e intento encenderlo, fracaso en el intento y me doy cuenta que sin querer también lo desenchufé. Trato en la oscuridad de enchufarlo, tarea que no me resulta sencilla, debido a mis nervios y mi miedo a electrocutarme, logro hacerlo y aprieto. Nada. Se debe haber roto el interior del bombillo al caerse. Sigo escuchando ruidos. Trato de despertar a los que dormían en la habitación que ingresé y no encuentro a nadie en la primera cama, ni en la segunda. ¿Se habrán levantado? Esos deben ser los ruidos. Pero al de la tercera cama lo muevo y lo sacudo pero no se despierta. El cuerpo se bambolea a mi merced hasta que sin querer, en la desesperación, se cae de la cama. No escucho ni siento reacción.
¡Me levanto! Dispuesto a enfrentar lo que sea y con mucha incertidumbre por lo sucedido, con los ojos empapados en lágrimas, temblando y con un sudor frío por todo el cuerpo. Salgo en un grito sin sentido hacia la otra habitación donde me tropiezo otra vez en la oscuridad, no con los escalones que ya conocía, no con las paredes, sino con varias sillas tiradas por todo el comedor. Al caer me golpeo en todos lados y vuelvo a gritar. En plena oscuridad con mucho dolor y sin otra reacción que el llanto, vuelvo a buscar el interruptor que no funcionará seguramente. Encuentro en la mesa un encendedor y lo prendo, el paisaje es desolador, todas las cosas por el suelo con manchas de sangre por todos lados incluso en mi cuerpo. Lo apago y trato de comprender. Pero el y golpe y las lágrimas me dejan inconsciente.
Me levanto algo confundido…estoy sentado en la cama, estoy a oscuras, tengo una sensación desagradable, como de que no estoy solo. Busco el interruptor, no lo encuentro, por la persiana entra una luz suave, se escucha la brisa y puedo divisar una silueta. Sin reaccionar, me quedo mirándola tratando de descubrir esa sombra que se acerca sin decir nada, y aunque la reconozco como la de mi mejor amigo, le temo, el silencio me quiebra. Se acerca, me acomoda unos almohadones, siento un poco de paz y de temor. Enciende un cigarrillo y me lo acerca hacia la boca. Es ahí cuando empieza a recorrerme un escalofrío. No fumo, él lo sabe y este acto se parece al de una última voluntad. Tiro el cigarrillo que cae por ahí. Arrepentido pensando en un posible incendio lo busco bajo la cama, lo apago. Al voltear ya no estaba ahí. Me quedo entumecido prácticamente inmóvil y sin fuerzas hasta desvanecer.
Me levanto. Estoy transpirando y siento una mano agradable que me pone unos paños húmedos en la frente, sonrío, me refrescan y trato de entender. Estiro el brazo ya que la silueta se encontraba cerca, mientras pregunto: -¿Quién eres? - Antes de encontrar respuesta, mi mano había alcanzado una teta, lo cual me desconcertó ya que no me lo esperaba. Trato de mirarla entre la oscuridad y me parece distinguir su rostro, femenino y angelical, que me susurra mientras sonríe por mi atrevimiento: - Quedate tranquilo, todo va estar bien. Sumergido en la paz que me transmite cierro tranquilamente los ojos.
Me despierto, esta vez asustado, con la sensación de haber muerto y trato de entender. Busco el interruptor, no lo encuentro y recuerdo, lo cambie de posición, lo busco, lo enciendo. Miro la hora, son las cinco. Estoy confundido con muchas emociones mezcladas, vuelvo a ubicar el velador. Pienso, sonrío, comprendo, mas relajado ya. Agarro mi cuaderno. Escribo. Y apago la luz. ¨

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